Transpyrenees 2021

Ya hace bastantes semanas que volví de la Transpyrenees 2021 y todavía no sé cómo empezar a contarles mi experiencia en la prueba. Creo que lo mejor es remontarme unas semanas antes del inicio de la misma y decirles lo nervioso e inseguro que me encontraba. Cuando la empecé a preparar la veía como algo muy lejano, y a medida que pasaban los meses tenía la impresión de que se iba a terminar suspendiendo por el Covid 19 o que por algún otro motivo no iba a poder participar. Pero pasaron las semanas y la fecha estaba cada vez más próxima, un mes antes de la prueba nos comunican que hay un cambio de recorrido debido al toque de queda que todavía imperaba en Francia y que hacía imposible transitar por aquel país más allá de los primeros kilómetros. En ese punto me di cuenta de que la prueba iba a tener lugar sí o sí, e hizo que mi nerviosismo fuera en aumento. Recuerdo que Javi García (@xinolugo) me preguntaba si ya tenía la ruta estudiada y la verdad era que estaba tan nervioso que no había querido ni mirar el cambio de recorrido. Siendo muy sincero, y así se lo dije a Carlos Mazón cuando lo vi el día antes de la salida, formé parte de la prueba por vergüenza, porque me daba una vergüenza enorme llamar a Carlos y decirle que no iba a ir.

La salida de la prueba era el domingo 27 de junio por la mañana, viajé hacia Girona el viernes a primera hora. Me tocó madrugar para estar en el aeropuerto a eso de las 5:30 de la mañana y llegar a Llansa (localidad que albergaba la salida) sobre las 5 de la tarde, porque después del avión todavía me quedaban unas horas de tren. Durante el trayecto en tren me tranquilizó ver cómo se subía otro chico cargando una bici llena de bolsas de bikepacking (una Bianchi Oltre muy bonita), no cabía duda que también se dirigía a participar en la Transpyrenees. Al poco cruzamos miradas y nos hicimos gestos señalando nuestras bicis, con lo que tuve compañía para las dos horas que quedaban de trayecto. Se llamaba Pierfrancesco, italiano, era el dorsal 93 y me comentó que quería terminar la prueba entre 2 y 3 días, y vaya si lo hizo, acabó en el puesto 10 con un tiempo de 65h y 23 min. Yo le dije que mi idea era hacerla entre 4 y 5 días, así que dudaba mucho que nos fuéramos a ver durante el transcurso de la misma.

Una vez instalado en el hotel conocí al que sería mi compañero de cuarto las noches previas a la salida, se llamaba Diego y ya había participado en la edición del 2020. Este año se había preparado para hacer la prueba en poco más de dos días. Toda las personas que iba conociendo antes de la salida no me tranquilizaban mucho, ya que su planificación era para estar en los puestos altos y yo me sentía bastante intimidado, tenía ganas de encontrarme con gente que me contara que iban a tardar 5 o 6 días, pero no hubo manera.

El sábado por la mañana había que ir al pabellón de deportes para la recogida de dorsales y la bolsa del corredor, y allí ví a los amigos Carlos Mazón y Javi Gamallo. Me alegró mucho saludarles, aunque entre que yo seguía muy nervioso y ellos estaban atendiendo a todos los participantes, no pasé mucho tiempo en su compañía. Por la tarde voy de nuevo al pabellón para escuchar en el briefing las indicaciones que Carlos daba de la prueba, haciendo hincapié en que tuviéramos mucho cuidado en algunos segmentos donde nos íbamos a encontrar carreteras que no estaban en las mejores condiciones.

Briefing día antes de la prueba (foto @transiberica)

La salida tenía lugar a las 8 de la mañana pero había que estar media hora antes para dejarles nuestras maletas a las personas de la organización, que nos serían devueltas a la llegada en San Sebastián. Desayuno temprano en el hotel y allí estaba Sofiane Sehili, uno de los favoritos de la carrera, que a la postre terminaría en segunda posición. Yo intenté desayunar como habitualmente lo hago, yogurt con cereales y unas tostadas, pero Sofiane se hinchó a pastelitos y no le fue nada mal, así que para la próxima ya tengo claro lo que desayunar antes de una prueba de ultradistancia.

Una vez colocado para la salida inflo bien las ruedas gracias a un chico francés que tenía por ahí a sus familiares con una inflador de pie, y que nos lo fuimos pasando entre no se sabe el número de corredores. Los primeros kilómetros los hacemos de forma neutralizada hasta que salimos del pueblo y nos encontramos en la carretera general y ahí ya empiezan nuestras primeras pedaladas de la Transpyrenees 2021.

Para mi sorpresa, en los primeros kilómetros noté un ruido extraño en la parte delantera de la bici. Cada vez que cogía una bajada un poco bacheada sonaba una especie de silbido, así que sin apenas 20 kilómetros de prueba me tuve que parar para ver qué estaba pasando. El problema venía porque no había sujetado bien las bolsas del manillar, y tampoco había hecho un buen reparto del peso, así que  cuando cogía una bajada un poco bacheada me rozaban las bolsas con la rueda delantera. Acababa de empezar y ya tenía el primer contratiempo. Logré tranquilizarme y cogí un strap de sobra que había llevado e intenté sujetar mejor las bolsas. Volví a pedalear para acercarme de nuevo a algún grupo, porque en un momento me había quedado el último, vaya comienzo, ¡cómo me recordó a las carreras federadas en Canarias!, ¡sólo me faltó mirar para atrás y ver a la ambulancia detrás de mí! Poco a poco recuperé alguna posición y me sentí más tranquilo. Vi a otro corredor dando una vuelta entera a una rotonda, le pregunté si tenía problemas con el gps, me dijo que simplemente había tenido alguna duda y que prefirió asegurarse antes de tomar la salida de la misma. Se llamaba Jorge Landa e hicimos juntos los siguientes 200 kilómetros. Ganas mucha confianza cuando estás solo en una prueba de este tipo, sin conocer a nadie, y de repente te encuentras a alguien que lleva tu mismo ritmo y con el que de entrada haces buenas migas. Él también tenía pensado llegar a meta entre el miércoles y el jueves, lo que suponía hacer entre 200 y 250 kilómetros cada jornada. Este primer día pensábamos que lo llevábamos bastante bien, queríamos llegar a Andorra que estaba sobre el kilómetro 230, e íbamos con un ritmo alegre dentro de nuestras posibilidades. Comimos en el kilómetro 100 algo que habíamos comprado en un supermercado unos kilómetros atrás. Todo marchaba bien hasta que tuvimos que afrontar el Coll de La Llose, una subida muy larga, unos 24 kilómetros, aunque sin un desnivel excesivo, 5,1% de pendiente media. El problema vino porque cada vez hacía más calor y el puerto no acababa, todas las personas con las que nos cruzábamos llevaban mala cara. Tardamos unas dos horas en completar el ascenso, y ahí nos dimos cuenta que no nos iba a ser posible llegar a Andorra ese mismo día. Seguimos avanzando y ya iba cayendo la tarde, nos acercábamos a las 8 e íbamos mirando para todos lados buscando algún sitio donde poder comer. Lo malo de que la salida fuera un domingo era que casi todo estaba cerrado. Al tiempo encontramos un bar de carretera donde hacían pizzas y hamburguesas y allí paramos, al igual que muchos otros ciclistas, para cenar y poder continuar hasta encontrar un alojamiento. Salimos del bar con energías renovadas, pensando que podríamos llegar como mínimo hasta Ur, un pueblo situado en el kilómetro 202, pero poco antes de llegar Jorge empieza a tener problemas con el cambiador trasero, se le sale la cadena sin más, incluso sin pedalear el cambiador saltaba y se le salía la cadena. Estamos parados en el kilómetro 199 y no hay forma de saber qué le pasaba a su bici, por suerte estamos al lado de un pequeño hotel y eran las 9 de la noche, así que preguntamos por una habitación y pasamos ahí la noche. A la mañana siguiente, y sintiéndolo mucho, tengo que separarme de Jorge, él se ve obligado a pedir un taxi que lo acerque hasta una tienda de bicis y luego volver al punto donde estaba situado el hotel para retomar la carrera desde ahí.

Strava día 1

Empecé el segundo día de prueba con dudas, tocaba afrontar el tramo de Andorra que era de los más duros de todo el recorrido. Para poder entrar al Principado tenía que enlazar el Coll de Puymorens con Envalira, lo que suponían más de 25 kilómetros de subida llegando a una altura de 2047m. Se hizo muy largo, parecía que se me iba toda la mañana. Antes de coronar Envalira llegué a Pas de la Casa y ahí vi a otros corredores parados en un pequeño supermercado. Por regla general, si veía a otros participantes parados en algún sitio, me detenía para ver que había en ese punto, porque normalmente era algún sitio abierto donde poder comprar algo o alguna fuente donde llenar los bidones. Saludé a los compañeros, compré algunos frutos secos y salí sin parar más, no quedaba mucho para coronar y prefería parar a comer después del descenso. El tramo final de Envalira se hace duro, no tenía mucho desnivel pero era muy abierto y pegaba mucho el viento en contra, lo que dificultaba completar el ascenso. El descenso era muy bueno, carretera ancha y bien asfaltada que te llevaba directo a la siguiente ascensión, Ordino, una subida que tenía unas rampas iniciales muy duras y que luego aflojaba un poco en el final con un pequeño descanso. Estaba algo fatigado mientras ascendía y al ver un pequeño merendero justo antes de coronar, decido pararme para hacerme un bocadillo con las cosas que llevaba en las bolsas y darme un respiro, me pareció un buen sitio para llamar a casa, hablar un poco con Dalia, decirle como estaba y reponer algo de fuerzas.

Me dirigí hacia la siguiente subida sin saber muy bien cuál tocaba, pero era de esas ascensiones en las que tienes que subir unos cuantos kilómetros antes de llegar a ella. Veía a otros participantes de la transpyrenees que bajaban en dirección opuesta a la mía y no entendía muy bien qué estaban haciendo, supuse que estaban buscando algún sitio donde comer. El bocadillo que me había comido en Ordino no había hecho el efecto deseado, eran las 13:30 y me quedaban unos 10km de subida, así que al ver un restaurante me paré para hacer un buen almuerzo, plato de pasta con verduras, una coca-cola, y mejores ánimos para afrontar la subida. Vuelvo a ver a otros corredores que bajaban e incluso a alguno sin las bolsas de bikepacking que cargamos toda la prueba, y en ese momento caí en la cuenta de que tenía que estar subiendo Arcalís. Este puerto no tenía salida hacia el otro lado, se ascendía y se bajaba por el mismo sitio y aquí la organización había propuesto un pequeño reto, una cronoescalada con premio incluido al que completara el puerto en el menor tiempo. No tenía ninguna intención de “competir” en el reto, pero lo que me fastidió fue no darme cuenta de que podía haber dejado las bolsas en el restaurante donde había comido y recogerlas cuando bajara. Seguí subiendo unos kilómetros con la matraquilla en la cabeza de dejar alguna bolsa en la cuneta, y a falta de 7 kilómetros quité la saddle bag y la dejé escondida detrás de unos arbustos. Vaya diferencia, como agradecí poder quitar durante un rato una de las bolsas. En los días posteriores cuando hablaba con otros compañeros y comentábamos de Arcalís, alguno que había dejado las bolsas a pie de puerto me dijo que sin querer también había dejado dentro de las bolsas el Tracker que nos daba la organización y que nos grababa el recorrido, vaya despiste más grande, iban a tener que justificarle a la gente de Transibérica que sí que habían subido ese puerto. Una vez en la cima de Arcalís llega detrás de mí un compañero que lo estaba dando todo, se había tomado el reto de la cronoescalada muy en serio e hizo su apuesta en ese puerto para ganar el gps Hammerhead Karoo2 que puso la organización como premio al mejor tiempo. Le pregunté por qué había subido a esa intensidad con los puertos que todavía nos quedaban por delante y me dijo que se le había estropeado su gps el primer día y que le vendría de fábula poder ganar el Hammerhead. No sé qué tiempo hizo pero sé que no ganó el gps, ya que Sofiane Sehili logró el mejor registro al subir Arcalís en apenas 40 minutos.

Arcalís

El día no me estaba saliendo muy bien, avanzaba lento y paraba mucho. Me tocaba afrontar Beixalis y me quedaba un botellín, pero como era un puerto corto, unos 6 o 7 km, pensé que sería suficiente. Resultó ser el único sitio donde pasé problemas con el agua, Beixalis era durísimo y hacía mucho calor, por suerte muchas de estas subidas andorranas están bordeadas por urbanizaciones, y cuando vi a un hombre saliendo de un garaje me acerqué a él para pedirle, si por favor, me podría rellenar los botellines. Me preguntó por lo que estaba haciendo, le comenté un poco por encima, me deseó suerte y le di las gracias. Para el que no sepa como funcionan del todo estas pruebas de autosuficiencia, comentar que no puedes recibir ayuda externa organizada, pero que no hay ningún problema por ver a un extraño salir de su casa y pedirle, por favor, un poco de agua.

Andorra era un constante sube y baja, con un desnivel y unas rampas muy duras, ahora tocaba Encamp con Engolasters, apenas 4 kilómetros pero al 9,4%, y un tramo de tierra al acabar para conectar con la bajada del otro lado. Terminé muy cansado, solo faltaba el Coll de la Gallina, pero no me encontraba con fuerzas para afrontarlo. Estaba pensando en dejarlo por ese día y salir de Andorra a la mañana siguiente. Me puse a hablar con otro corredor que acababa de coronar y él estaba decidido a seguir hacia La Gallina. Eran apenas las 6 de la tarde, me dijo que no podía parar ahora, que era muy temprano, que había que hacer el siguiente puerto aunque tuviéramos que caminar. Se llamaba Chris Zair, era inglés aunque vivía en Barcelona. Me dejé convencer por él y tras una breve parada en una gasolinera para reponer fuerzas a base de galletas, plátanos y coca-cola nos dirigimos al último puerto andorrano. Para mi sorpresa lo superamos con más “facilidad” de la que creía, a un ritmo suave en el que podíamos ir hablando y bromeando, nos encontramos a más ciclistas subiendo con los que intercambiamos conversación, así que aunque era el puerto más duro de la jornada, lo superamos con relativa buena cara y sin tener que caminar. Desde la cima descendimos hasta La Seu d’Ugell, al otro lado de la frontera, de nuevo en territorio catalán. Aquí tuve la mejor cena y el mejor desayuno de toda la carrera. Paramos en un turco donde comí un durum de falafel y media pizza y dejé la otra media para desayunar a la mañana siguiente, además de poder comprar algún jugo y más galletas. Andorra fue sin duda el sector más duro del recorrido, 200km con 5000m de desnivel y unas rampas durísimas.

Strava día 2

Al día siguiente tampoco me fue muy bien, salí con Chris y otra pareja de ingleses amigos de él, pero iban demasiado rápido para mi. Me pasé el día descolgándome y volviendo a unirme en las paradas que hacían en los pueblos. Hicimos los 200km de rigor llegando a una pequeña población llamada Escalona, en la provincia de Huesca.

Por aquí pasé ese día, menos mal que la organización sacó fotos de los sitios jaja

Strava día 3

A la mañana siguiente decido salir sólo, era mejor marcarme mi propio ritmo, así que le escribo a Chris y le digo que voy a salir antes. La mañana empieza por uno de los sitios más bonitos de todos los que pasamos, el Cañón de Añisclo. Un sitio precioso pero lleno de carteles donde se desaconsejaba el tránsito en bicicleta por ser zona habitual de desprendimientos. En el briefing previo a la prueba ya nos avisaron de que a nadie se le ocurriera hacer noche dentro del Cañón porque si el tiempo está malo puede haber desprendimientos, aunque en fechas veraniegas no suele haber problemas. En esta jornada tocaba atravesar Huesca y a ser posible llegar a Navarra. Quería hacer un poco más de los 200km de los días anteriores, el objetivo era llegar a Ochagavía, unos 222km con 4000m de desnivel. En general me encontré bien, aunque también tuve momentos malos. Este día nos esperaba una encerrona por parte de la organización en forma de pista forestal, apta para bicis de gravel pero no para bicicletas de carretera, con unos 7 u 8 km que incluían subida y bajada. Por cómo llevaba el día pensaba que podría comer en Jaca a eso de las 13:30, pero gracias a esta sorpresa con el tramo de gravel no llegué hasta las 14:30, con fatiga y un mal humor considerable. Me paré a almorzar en el primer bar que encontré y al poco llega Caroline Prigent, otra de las participantes, se sentó conmigo para almorzar y hablamos un rato, es francesa pero se defiende en español, ya había participado anteriormente en pruebas de ultraciclismo, pero ninguna con tanto desnivel como esta. Ella estaba rodando también por las noches, descansaba 3 o 4 horas al anochecer y luego seguía pedaleando. Ese fue el día que más tarde había salido, a las 5:30 de la mañana, me quedé asombrado con el esfuerzo tan grande que estaba realizando, otras pruebas anteriores pudo hacerlas descansando menos todavía, pero esta, con tanto desnivel le estaba costando mucho y tenía que parar más horas de lo que solía hacer.

Tardé bastante en salir del bar, eran ya las 15:30 y todavía me quedaba un montón para llegar a Ochagavía. El almuerzo fue muy agradable gracias a la compañía, pero al ponerme de nuevo encima de la bici me vuelve el mal humor por la hora que es, así que intenté poner un ritmo alto para recuperar tiempo. Había perdido la referencia de los otros ciclistas con los que me cruzaba a diario y pensaba que era el último dentro de los que estábamos compartiendo la misma planificación. Afronto las siguientes subidas con prisas y sin cruzarme a nadie, una mañana que había empezado muy bien se estaba convirtiendo en una mala tarde, cada vez estaba más enfadado conmigo mismo e iba perdiendo fuerzas y confianza. Después de una subida en la que mi moral estaba bastante tocada, me paré a comerme medio paquete de galletas y de repente ví que me alcanzaban por detrás un grupo de 5 o 6 corredores de los que yo creía que iban muy por delante mío. Vaya sorpresa me llevé, y no vean qué bien le sentó a mi moral. Resultó que no iba tan mal, me cambió la cara por completo y pude rodar y afrontar las subidas que me quedaban hasta llegar a Ochagavía con buenas sensaciones. Sobre las 9 llegué al pueblo y encontré alojamiento en una pensión que resultó mucho más cara que los hoteles donde había pernoctado los días anteriores, ¡50 euros me costó la noche!. Cené un bocadillo que tenía en los bolsillos desde el almuerzo y traté de descansar para el día siguiente.

Ochagavía

Strava día 4

Desde Ochagavía hasta el alto de Jaizkibel quedaban 200km, en ese alto se paraba el crono de la prueba, y luego había que llegar hasta San Sebastián donde nos esperaba la organización. Salí con mucho frío y mal desayunado, apenas unas galletas y unos frutos secos, lo que hizo que a las 8 de la mañana me parara en el primer supermercado que vi abierto. En estas pruebas, cuando paras a descansar por la noche, es importantísimo que tengas preparado el desayuno, porque si no, vas a hacer más paradas de las necesarias a la mañana siguiente. Este último tramo de la prueba estaba lleno de subidas cortas pero duras, ya nos lo habían avisado, que la parte final era muy exigente, que la hiciéramos sin prisa. Pero estaba claro que había que llegar ese día, los primeros kilómetros no los recorrí mal, iba hablando con otros compañeros que me encontraba, todos con la idea clara de que ese día se llegaba a San Sebastián fuera como fuese. Sobre las 11:30 de la mañana volví a parar, esta vez en un bar de Elizondo para “desayunar” con algo más de fundamento. Al salir hice recuento de barritas, geles y galletas que me quedaban y decidí que con eso tenía que llegar a meta, era el último día, había que hacer el esfuerzo final. La siguiente subida que me encontré fue la más dura, para mi, de toda la prueba, me encontraba ya sobre el kilómetro 920 de carrera y tocó subir Bagordi, una auténtica pared de unos 5 kilómetros con unas rampas sostenidas al 18% de desnivel, por momentos pensaba que sería mejor si me bajaba y empujaba la bici, ya que estaba subiendo a 6 o 7 km/h de pie y dándolo todo. Me acordé de Carlos Mazón, Javi Gamallo y toda la gente de Transibérica, y lo que más me dolió fue que cuando coroné no había ni un cartelito con el nombre del puerto en el que sacarse una foto y mandársela a Carlos maldiciéndolo.

No había cartel pero sí caballos en lo alto de Bagordi

A partir de ahí, todos los puertos que quedaban con rampas del 10 o el 12% no me parecieron nada del otro mundo, por lo menos se podía pedalear sentado, aunque fuera con 50 de cadencia. Este último día me crucé a menos gente de la habitual, aunque pude ver a Caroline y desearle mucho ánimo para lo que quedaba. A falta de tres subidas me uní a otros dos chicos e hice la parte final con ellos, eran Carlos Rincón de Madrid e Ion Peironcely del País Vasco. Esto hizo que el final fuera muy agradable, relajado y lleno de risas gracias a Ion. Resultó que vivía en Valencia pero era de Hondarribia, ciudad por la que íbamos a pasar antes de la subida final y por la que no iba desde antes de la pandemia. Se le veía emocionado, y no era para menos, ya que tuvo un recibimiento enorme por parte de sus familiares y amigos, que lo estuvieron animando durante todo el tramo final. Se pusieron en coches detrás nuestro a tocarnos la pita, se paraban en las curvas de los ascensos y le sacaban banderas y pancartas, una auténtica maravilla. Bromeamos con que nos estaba animando más gente a nosotros que a Ulrich, el ganador de la prueba. Ion parecía que nos estaba haciendo una ruta turística en bicicleta, contándonos lo que estábamos viendo según avanzábamos, fue el mejor final de prueba que pude haber tenido.

Cuando faltaban pocos kilómetros para coronar Jaizkibel nos aparecieron por detrás con sus bicicletas Javi Gamallo e Iñaki, de la organización, para acompañarnos y felicitarnos en esos últimos metros. Me alegró mucho ver aparecer a Javi, aunque parezca una tontería, después de algo más de cuatro días de prueba, ver una cara amiga que viene a animarte en los metros finales, te hace mucha ilusión y se lo agradezco mucho.

En el alto de Jaizkibel se da por concluida la prueba pero hay que bajar hasta San Sebastián, Javi e Iñaki fueron bajando por delante lo que hizo que pudiéramos dejar de mirar el gps durante un buen rato. A la cima llegamos bien entre las risas y la fiesta que le habían organizado a Ion, pero nosotros habíamos calculado para llegar hasta ahí, no sabíamos que se nos iba a hacer largo llegar hasta la playa de Zurriola donde nos esperaba la gente de Transiberica. Javi e Iñaki atravesaban la ciudad de forma ágil y decidida, nosotros los íbamos siguiendo como podíamos, hasta que en un repecho tuvimos que aflojar y dejar que se alejaran un poco, que ellos tenían la sensación de ir despacio, pero para el resto de nosotros este último tramo, al que no le habíamos prestado ninguna atención, se nos estaba haciendo interminable, lo que nos faltaba era llegar con fatiga hasta la playa, con lo bien que habíamos coronado Jaizkibel.

Strava día 5

Ha sido una experiencia extraordinaria, creo que son cosas que valen la pena plantearse e ir a hacerlas. Hay que estar bien entrenado para no sufrir en exceso, pero si te mantienes en tu ritmo y no intentas dar más de lo que realmente tienes, no se deberían tener problemas para acabarla. La salida fue un sábado por la mañana y había de margen hasta el viernes a las 21h para llegar a meta. Llegué el jueves por la tarde y sin asumir ningún riesgo ni hacer cosas para las que no me había preparado. Paré todas las noches a descansar en algún alojamiento y salía de nuevo por la mañana cuando ya había amanecido, aún así, una de las cosas que más me sorprendió fue, que a pesar de pasar las noches en hoteles, dormías muy mal, te metías en la cama con la cabeza muy acelerada, te despertabas un montón de veces en mitad de la noche sudoroso y con mucha sed, y no era una cosa mía, con todos los compañeros que me cruzaba y lo comentaba me decían lo mismo, que habían descansado muy mal, que les costaba mucho conciliar el sueño.

Fui a la Transpyrenees 2021 para conocer de primera mano el ciclismo de ultradistancia, completar la prueba, aprender y ganar experiencia. Ahora tengo claro que cuando vaya a la próxima (sí, habrá una siguiente) tengo que llevar menos cosas en las bolsas. La bici pesa mucho con todo el material y las cosas que llevas y eso te lastra un montón. Hay que simplificar el material e ir lo más ligero posible pero sin que te falten las cosas esenciales. Iba con una combinación de bolsas de Cordel y otras de Apidura, esta última es de las marcas más famosas dentro de este mundillo, ya que patrocinan un montón de eventos de este tipo y esponsorizan a algunos de los corredores más mediáticos. Sin embargo, yo de las bolsas que estoy realmente orgulloso son las de Cordel. Si hay algo que da sentido a estos retos maravillosos son las amistades que haces por el camino, y he tenido la suerte conocer a Dani Bazaco, creador de Cordel, y poder lucir algunas de sus bolsas. Este ciclismo va más allá de tiempos, de competitividad, de ganancias o de grandes números, trata sobre todo de pasión y de amor por lo que haces, y eso es lo que representan las bolsas de Cordel, uno de los mejores productos del mercado, hechas por Dani de forma artesanal, una a una, bajo el pedido y la supervisión de cada uno de sus futuros dueños. Dani tuvo la amabilidad de participar en unos de los podcast de La Escapada Cultura Ciclista, y desde entonces estoy prendado de su trabajo.

Quiero darles las gracias a todas las personas que durante esos días me escribieron y estuvieron pendientes de mí, todos los que dedicaron algunos momentos a seguirme a través de dotwatcher y me mandaron ánimos. Lo agradecí un montón y me hicieron sentir que lo que estaba haciendo valía la pena. El año que viene vamos a por más.

Pd: Las fotos buenas son de la gente de Transibérica, el resto ya se pueden imaginar.

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